La tanda había empezado bien. Steve Nicol, central poco habituado a chutar a portería, mandó muy alto su penalti, y justo después el gran capitán Di Bartolomei, sin piedad, lanzó un zapatazo al fondo de la red. 1-0 de ventaja y la Copa de Europa de 1984 a tiro de piedra de la Roma, que se enfrentaba ni más ni menos que al gran Liverpool de Dalglish, Rush y Souness. Durante el tiempo reglamentario los ingleses se habían adelantado por medio de Neal, al aprovecharse de un rechace fortuito en la cabeza del portero Tancredi; otra cabeza, la del bombardero Pruzzo, fue la que estableció la igualada al filo del descanso. Pese a la presencia sobre el césped de nombres ilustres como Falcão, Toninho Cerezo, Bruno Conti y otros tantos que habían ganado el año anterior el scudetto, ni en el segundo tiempo ni en la prórroga hubo más movimiento, obviando la salida al campo de un tal Michael Robinson que años después saldría mucho en la tele.