La tanda había empezado bien. Steve Nicol, central poco habituado a chutar a portería, mandó muy alto su penalti, y justo después el gran capitán Di Bartolomei, sin piedad, lanzó un zapatazo al fondo de la red. 1-0 de ventaja y la Copa de Europa de 1984 a tiro de piedra de la Roma, que se enfrentaba ni más ni menos que al gran Liverpool de Dalglish, Rush y Souness. Durante el tiempo reglamentario los ingleses se habían adelantado por medio de Neal, al aprovecharse de un rechace fortuito en la cabeza del portero Tancredi; otra cabeza, la del bombardero Pruzzo, fue la que estableció la igualada al filo del descanso. Pese a la presencia sobre el césped de nombres ilustres como Falcão, Toninho Cerezo, Bruno Conti y otros tantos que habían ganado el año anterior el scudetto, ni en el segundo tiempo ni en la prórroga hubo más movimiento, obviando la salida al campo de un tal Michael Robinson que años después saldría mucho en la tele.
miércoles, 30 de mayo de 2012
viernes, 10 de febrero de 2012
Nueva andadura en Vavel.com
Tengo este blog muy abandonado, lo sé. Les pido las correspondientes disculpas. Aunque suene a excusa barata, estos días están siendo bastante atareados. Por poner un ejemplo, una de mis muchas ocupaciones es escribir crónicas de partidos de la Serie A para el prestigioso diario deportivo Vavel.com, que ha tenido a bien incluirme en su redacción. Si les apetece echarle un ojo, pásense por este enlace. Y si usan Facebook y le dan al correspondiente "Me gusta", favor que me hacen, oigan.
miércoles, 11 de enero de 2012
Pasquale Bruno, el más malo de los malos
Argentinos aparte, un apodo no es algo que todo el mundo se pueda permitir. Ser conocido no por el rutinario y burocrático nombre y apellido, sino por alguna palabra que haga referencia a una cualidad especial, significa que eres lo suficientemente importante como para que se hayan molestado en buscarte un mote. Significa que, te tengan cariño o desprecio, eres una persona relevante para quien la información que sale en el carnet de identidad se queda corta. Que eres alguien, en definitiva. El mundo del fútbol no se escapa a esta norma no escrita, aunque últimamente la cosa se haya devaluado, ya que por obra y gracia del verborreico Andrés Montes hasta Antonio López puede llegar a ser el último romántico. Pero antes los motes se reservaban para unos pocos. Ricardo Zamora era el Divino, Di Stéfano la Saeta Rubia, Beckenbauer el Káiser. En algunos casos, incluso, el apodo trascendía más que el propio nombre oficial: pocos identifican a Jorge González Barillas, pero todo Cádiz se pone en pie cuando se habla del Mágico. Sin embargo, por muy halagado que se pudiera sentir, algo chungo debe de haber en la vida de Pasquale Bruno para que le digan 'O Animale. Exactamente igual que a uno de los jefes de la Camorra.
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