miércoles, 30 de noviembre de 2011

¿Gays en el calcio?

Damiano Tommasi, antes de su retirada del fútbol de alto nivel en 2009, era un jugador peculiar. Un mediocentro agonista, uno de esos trotones que se sacrifican constantemente por el equipo y que siempre están donde se les precisa, aunque no como el estereotipo gattusiano que tanto critica (con razón) Enric González. Damià, además, tenía buen toque de balón, notable capacidad goleadora y bastante criterio y visión de juego. Uno de esos que a lo mejor no brillan como Totti o Cassano, pero que son imprescindibles y no desentonarían ni en el Brasil del 70. La hinchada de la Roma, donde transcurrió buena parte de su carrera, le adoraba. El resto de aficiones le respetaba, porque también se dejaba la piel por la Nazionale, porque les conmovió su milagrosa recuperación tras destrozarse la rodilla en 2004, y porque además era un tío muy correcto en el campo ("alma cándida", le han llegado a apodar). Fuera del césped también tenía fama de filántropo y solidario, y de bastante culto, lo suficiente como para ser considerado el nuevo Marco Polo al convertirse en el primer italiano en jugar en la liga china y, de paso, escribir un libro sobre ello. Con semejante currículum, a nadie le sorprendió que le eligieran para sustituir al mítico Sergio Campana al frente de la Associazione Italiana Calciatori, el sindicato de futbolistas del país.

Ocurre, sin embargo, que últimamente cada vez que Tommasi habla sube el pan. Ya fue protagonista a principios de temporada con la huelga de jugadores que, al igual que en España, obligó a aplazar la primera jornada de la Serie A. Ahora, entrevistado por Klaus Davi, ha dicho esto:


Si no se quieren tragar los 22 minutos de entrevista en italiano, algo que comprendería perfectamente, les destaco lo más relevante: dice Tommasi que no le parece conveniente que los futbolistas homosexuales "salgan del armario", ya que "es un tema tabú" en la medida en que la convivencia entre futbolistas "es distinta a la que hay en otras profesiones", por la existencia de un vestuario donde los jugadores se desnudan. Podrían crearse situaciones embarazosas, añade, y además el jugador que lo hiciera podría ser "mal visto". Así que recomienda a los jugadores gays (él dice que "nunca ha conocido ninguno") que no hagan pública su condición, porque esos asuntos son "íntimos y personales".

Rápidamente se ha montado un revuelo importante, tanto por el mensaje como por el cargo que ocupa Tommasi en la actualidad. Hasta ahora muy poca gente se había atrevido a hablar del asunto, y los que lo habían hecho, como el entrenador Marcello Lippi, se había referido al tema con palabras bastante críticas, del tipo "una relación gay en la selección italiana crearía conflicto". Curiosamente nadie (salvo algún iluminado) dice abiertamente estar contra los homosexuales; el problema, por lo visto, sería de "imagen", de las consecuencias negativas que tendría en ese ente abstracto que es la "opinión pública".

Las comunidades gays, sin embargo, sí denuncian abiertamente que existe homofobia en el fútbol italiano. Un periodista, Paolo Colombo, abiertamente homosexual, ha denunciado alguna vez haber sufrido agresiones verbales (también influye el hecho de que además es de la Samp y los que, según cuenta, le llamaron maricón eran genoanos). En otra ocasión, el jugador Jesús Dátolo, actualmente en el Espanyol, posó para una revista gay, algo que no sentó ni medio bien en su equipo de entonces (el Nápoles), que a punto estuvo de multarle con la excusa de "no respetar los derechos de imagen del club". Las comunidades homosexuales italianas sostienen que el deporte en general, y el fútbol en particular, son un mundo "cerrado".



A riesgo de generar aún más polémica (que en el fondo es de lo que se trata), en este caso estoy con Tommasi, aunque con algún matiz. No es que no me parezca adecuado que un futbolista se declare gay, sino que no lo veo necesario. A un jugador del noble arte del balompié se le valora, o se le debería valorar, únicamente por lo que es capaz de hacer con una pelota y con sus pies, no con sus genitales. Allá él donde los quiera meter o dejar de meter. Del mismo modo que no me interesan lo más mínimo los numerosos ligues femeninos que se le achaquen a la estrellita de turno, tampoco me afectan los masculinos. Esto es fútbol, no cotilleos de peluquería, aunque ni muchos aficionados ni los directores de algunos periódicos lo tengan claro.

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