No estamos hablando de un cualquiera, ni mucho menos. Gentile puede presumir de haber jugado 354 partidos en Serie A, repartidos entre 11 años en la Juventus y tres en la Fiorentina. Pocos goles, ya que su puesto era el lateral derecho y si acaso se dedicaba a poner algún que otro centro. Tampoco tarjetas rojas, sólo una y por doble amarilla, pese a que algunos medios ingleses le incluyan en listas infames de jugadores violentos. Pero sí muchos, muchísimos títulos. Tantos como seis scudetti, dos copas de Italia, una Recopa y una UEFA, todo eso con la Juve, y con la Nazionale ni más ni menos que un Campeonato del Mundo, el de España 1982, en el que fue el elegido para marcar al hombre a gente como Maradona, Littbarski o Zico. Los hinchas de la Vecchia Signora le recuerdan como uno de sus grandes ídolos. Tras su retirada también ha conocido el éxito en los banquillos, al frente de la selección sub-21 que se proclamó campeona de Europa en 2004 y se llevó un bronce de los Juegos de Atenas.
Lo que menos gente sabe es que Gentile, pese a su nombre, pese a sus genes, es italiano sólo porque Gadafi se empeñó (o eso dice él). Los padres de Claudio eran sicilianos, de Noto, que emigraron en la época colonial en busca de mejor vida. Se instalaron en Trípoli, ciudad que se convertiría en capital del reino proclamado tras la independencia de 1952. Bajo este régimen nació el protagonista de hoy en 1953, y allí se crió. Los hechos siguientes son un tanto confusos, porque un medio de confianza como La Repubblica dice que "a los ocho años" el régimen de Gadafi expulsó a su familia y a casi todos los colonos italianos... pero, calculadora en mano, Claudio Gentile cumplió los ocho años en 1961, una década antes de que el coronel tomara el poder y ordenara el desalojo.
En cualquier caso, Gentile tuvo que irse a hacer carrera en la tierra de sus padres, y vaya si la hizo. Ahora le han ofrecido hacerse cargo del equipo representativo de su país natal, que actualmente ocupa el puesto número 65 en la clasificación mundial de la FIFA. Él, a quien en sus tiempos de futbolista apodaban precisamente "Gadafi" por su origen, pero que ahora no duda en alegrarse por la desaparición del dictador que le prohibió volver al país, está ilusionadísimo y ha aceptado regresar a su tierra, adonde se llevará a sus hijos y a sus ya ancianos padres. Asume que no es un cargo prestigioso, pero lo hace por "afecto". Será complicado conseguir grandes éxitos, aunque la primera prueba seria para defender la nueva bandera tricolor llegará dentro de poco, de aquí a apenas tres meses, en la próxima edición de la Copa de África. Libia está en el cuarto y último bombo del sorteo, al nivel de potencias como Sudán (del Norte), Níger y Botswana. Si los Sa'ad, Al Shibani, Za'abia y compañía se contagian del espíritu competitivo de "Gadafi", seguro que no serán un rival fácil de derrotar.
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