martes, 28 de junio de 2011

Lazio Roja: el ala izquierda del Águila

El equipo rojo de Roma siempre ha sido el que lleva el nombre de la capital. Rojo y amarillo, por precisar. Pero esta identificación no se refiere sólo a la camiseta. Pese a las ganas de llevar la contraria de alguna tribu reciente de ultrà despistados, y siendo consciente de lo muy injusto de generalizar, la Roma siempre ha sido la representante del proletariado, del obrero de la escasa industria de la gran urbe, del chupatintas de oficina, del tendero de la esquina, la loba capitolina populusque romanus. Por su parte, su eterna rival, la Lazio, prefiere moverse en otros ambientes. El viejo aristócrata, el patrón del despacho, el terrateniente burino, el águila del poderío militar de las Legiones, acostumbran a decantarse por el blanquiazul de la antigua Grecia inventora de las Olimpiadas, en una elección de colores nada casual en el muy elitista ambiente de los sportsmen del año 1900. No es raro asociar a la afición del segundo mejor equipo de Roma con una ideología conservadora o incluso ultraderechista; de hecho, se dice que el mismísimo Mussolini (ese que, paradójicamente, en 1927 impuso la fusión de todos los demás equipos capitalinos para crear la ASR) era un ilustre laziale.

No sorprende, por tanto, que algunos de los mayores ídolos de la Curva Nord sean personajes como Paolo di Canio, fascista declarado, o Siniša Mihajlović, amiguete de personajes del estilo de Arkan. Tampoco sorprende encontrar abundante simbología nazi en la grada. Ni que ciertos jugadores saluden brazo en alto a la afición. Ni que los mayores piques los tengan con equipos de extrema izquierda, léase Livorno. Lo que sí es llamativo es que en el club hayan jugado hombres con clara, pública y notoria tendencia política hacia la izquierda. Sin mucho éxito en lo deportivo, todo hay que decirlo, pero con merecido respeto aunque sólo sea por el valor de meterse no en la boca del lobo (que seguro que es romanista), sino en el pico del águila.

El caso más sonado últimamente ha sido el del alemán Thomas Hitzlsperger. Centrocampista zurdo de notable talento, tanto como para ir varias veces con la Mannschaft germana, Thomas es más conocido por ser de los pocos futbolistas profesionales con inquietudes más allá de la pelota. Tiene estudios económicos, es un experto en la teoría de juegos, y no duda en demostrarlo públicamente: son célebres sus debates, en su época en el Aston Villa, con el gobernador del Banco de Inglaterra y reconocido seguidor "villano" Mervyn King. En materia política, en varias ocasiones se ha posicionado, no ya en favor de una determinada tendencia, sino más bien en contra de otras: se ha declarado abiertamente antifascista. De hecho, mantiene un blog en el diario de su país Die Zeit en el que denuncia casos de racismo en el fútbol. Por eso resultó bastante llamativo que el club elegido por Thomas en enero de 2010 para irse del Stuttgart en busca de minutos fuera el celeste romano. Fue a su nuevo equipo "sin prejuicios", pero la cosa no salió bien. Cinco meses, seis partidos, un gol y muchos abucheos después, el futbolista de apellido impronunciable se quedó fuera de la lista para el Mundial, reconoció que aquel fichaje había sido "un error" del que "se arrepentía" y se largó con viento fresco.

Hay quien asegura que esa contratación la hizo la Lazio para intentar mejorar su imagen y distanciarse un poco del radicalismo derechoso de sus seguidores más exaltados. Y que por el mismo motivo, en el mismo mes de enero hizo otro fichaje peculiar: Eyal Golasa. Se trata de una jovencísima promesa, un chico nacido en 1991, con fama de gran regateador, una gran apuesta de futuro, que para la tifoseria laziale sólo tenía un inconveniente: su nacionalidad. Y es que un judío israelí no suele caer muy bien en una grada plagada de esvásticas. Afortunadamente la cosa no pasó a mayores, más que nada porque el chico ni siquiera ha llegado a debutar de celeste. De hecho, el fichaje se anuló poco después de producirse, en una de las historias más extrañas que nos ha dejado el calciomercato en los últimos tiempos. Al poco tiempo de llegar a Roma, habiendo firmado un contrato por cuatro temporadas y media, se volvió a Haifa y se reintegró a las filas del Maccabi, con quien aún tenía contrato en vigor, pidiendo perdón por su espantá previa y asegurando que sus representantes le habían engañado. Influyó el hecho de que su salida de Israel le impedía hacer el servicio militar y, por tanto, ponía en grave riesgo sus aspiraciones futuras de ser convocado por la selección. Hasta la madre del jugador se metió por medio.


Golasa habría sido el primer israelí en jugar en la Lazio, pero no el primer judío. Aron Winter se le adelantó en 1992. Rizando el rizo, además: a efectos legales Winter es holandés, pero nacido en la sudamericana Surinam (entonces aún perteneciente al reino de los Países Bajos), hijo de un musulmán con ancestros chinos y de una mujer devota de la Torá. Este cacao genético le da un tono de piel algo más parecido al carbón que al ario. No fue suficiente para Aron ser uno de los mejores mediocentros defensivos de Europa en aquellos tiempos y traer en su currículum una liga y una copa holandesas, una UEFA y una Eurocopa. De las pancartas ofensivas y de algún que otro grito insultante no se libró. Pero Winter era mucho Winter, y con sus cátedras futbolísticas semanales supo ganarse el respeto y la admiración de la mayor parte del estadio en los cuatro años que permaneció en la capital.

Winter llegó a coincidir con el caso más claro de ardor revolucionario en las filas laziales. Es el de Luciano di Paola, un jugador discreto, un tío poco talentoso pero sacrificado, un Tato Abadía a la italiana. Un hombre de largo recorrido en serie B y C1, que tuvo su momento de gloria en A con el Brescia en la temporada 1992/93, y a quien al año siguiente, cuando tenía ya cumplidos los 32, le llegó la oportunidad de oro. Iba a jugar en la Lazio, una de las grandes, que si bien en aquellos tiempos no aspiraba al campeonato sí era un habitual de puestos europeos. Y empezó de titular y todo. Pero poco antes de su presentación se le ocurrió manifestar públicamente que su opción electoral preferida era Rifondazione Comunista. El ambiente se hizo insostenible, aparecieron pintadas contra él, un sector de la hinchada le convocó para una reunión "clarificadora"... No fue suficiente para rebajar la tensión, y el pobre Luciano tuvo que largarse en noviembre, tras sólo seis partidos jugados, rumbo al mediocre Atalanta que acabaría bajando.

Si nos remontamos muy atrás en el tiempo encontramos un caso muy llamativo. Es el del hoy olvidado Olindo Galli, natural de la ciudad de Tivoli, un suburbio romano no muy alejado del centro. El buen hombre fue figura del equipo local durante los años '20, lo que le valió para jugar durante dos temporadas en la Lazio. Los registros le adjudican 16 partidos y 9 goles, cantidad notable para una época en que la Serie A aún no estaba inventada. Lo siguiente que se sabe de él es que participó activamente en los movimientos partisanos que lucharon contra el invasor alemán durante la II Guerra Mundial y que, acabada la guerra, fue durante un tiempo alcalde de su localidad natal por el Partido Comunista. En su honor, hoy el pequeño estadio del pueblo, en el que los azulgranas disputan sus encuentros de Prima Categoria, lleva su nombre.

Los hay también que no están ligados directamente con el comunismo, sino a través de sus padres. Es el caso de Miroslav Klose, gran fichaje para la delantera laziale del año que viene, hijo de una integrante del Partido polaco. O el de Delio Rossi, entrenador de 2005 a 2009 (una Coppa en su haber), descendiente de un cargo medio del Partito Socialista Italiano di Unità Proletaria en un pueblo del campo romagnolo. Este último, aunque tenga un apellido ideal para ser de izquierdas, dice que en materia de política tiene las ideas "muy confusas" y en las entrevistas no es capaz de decidir qué político "merece nuestro voto". Sí ha heredado de su padre la idea de que los comunistas están "a favor de los que trabajan, de los hombres justos".

Y es que, a pesar de los pesares, ser izquierdista y de la Lazio es difícil de combinar. Que se lo digan, por ejemplo, a Antonio Filoni, quien reunía ambas condiciones hasta que, en solidaridad con su ídolo Di Canio sancionado con un partido por saludar brazo en alto, repitió el gesto en público y Rifondazione Comunista le expulsó de su seno...

1 comentario:

Anónimo dijo...

FORZA LAZIO!!