martes, 6 de septiembre de 2011

Lecturas imprescindibles: El mundial de 1942

Me ha llegado la noticia de que en la Mostra, el famosísimo festival internacional de cine de Venecia, se ha proyectado una película documental sobre el mundial de fútbol de 1942. Rápidamente me han saltado las alarmas: según mis archivos mentales, de Francia '38 se pasó directamente a Brasil '50 debido a la situación tan tensa que vivía el mundo en aquella época; con una Guerra Mundial encima, nadie tendría demasiadas ganas de pegarle patadas a una pelota. Ni siquiera los italianos, vigentes campeones en aquellos tiempos. Pero parece ser que sí que se hizo algo en Argentina, tierra suficientemente alejada del frente de batalla y con gran cantidad de inmigrantes de medio planeta. Rebuscando, he encontrado un blog con un nombre muy raro ("im conciencia") en el que se narran los hechos con bastante detalle. No sé cuánto habrá de real en el relato, pero sí es bastante ameno de leer, así que, como de costumbre, les copio el principio.


El Mundial de 1942 no figura en ningún libro de historia pero se jugó en la Patagonia argentina sin sponsors ni periodistas y en la final ocurrieron cosas tan extrañas como que se jugó sin descanso durante un día y una noche, los arcos y la pelota desaparecieron y el temerario hijo de Butch Cassidy despojó a Italia de todos sus títulos.

Mi tío Casimiro, que nunca había visto de cerca una pelota de fútbol, fue juez de línea en la final y años más tarde escribió unas memorias fantásticas, llenas de desaciertos históricos y de insanías ahora irremediables por falta de mejores testigos.

La guerra en Europa había interrumpido los mundiales. Los dos últimos, en 1934 y 1938, los había ganado Italia y los obreros piamonteses y emilianos que construían la represa de Barda del Medio en la Argentina y las rutas de Villarrica en Chile se sentían campeones para siempre. Entre los obreros que trabajaban de sol a sol también había indios mapuches conocidos por sus artes de ilusionismo y magia y sobre todo europeos escapados de la guerra.

Había españoles que monopolizaban los almacenes de comida, italianos de Génova, Calabria y Sicilia, polacos, franceses, algunos ingleses que alargaban los ferrocarriles de Su Majestad, unos pocos guaraníes del Paraguay y los argentinos que avanzaban hacia la lejana Tierra del Fuego. Todos estaban allí porque aún no había llegado el telégrafo y se sentían a salvo del terrible mundo donde habían nacido.


Pásense por la fuente original si quieren saber cómo continúa la historia. El final es sorprendente. Y cuéntenme en los comentarios qué credibilidad le dan. A mí me parece un tanto inflado, pero quién sabe, en aquellos años el mundo estaba muy loco...

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