La humillante derrota del Inter en Gelsenkirchen confirma lo que se veía venir: en competiciones europeas, este año ha sido lamentable para el fútbol italiano. En Champions, precisamente el Inter ha sido quien más lejos ha llegado, quedándose en cuartos de final, mientras que Roma y Milan fueron eliminados en octavos ante rivales claramente inferiores, y la Sampdoria no pudo llegar ni a la fase de grupos: cedió su puesto en la prórroga al Werder Bremen, que luego quedaría último de su grupo.
En la Europa League tampoco habrá trasalpinos sucediendo en el trono al Atlético de Madrid. Sólo el Nápoles consiguió pasar de la fase de grupos, y no le sirvió más que para dejarse remontar en el Madrigal. Ni la Juventus ni el Palermo ni la propia Samp, repescada, hicieron méritos para pasar del tercer puesto en la fase de grupos, ante rivales de muy poca entidad en algunos casos, con todos mis respetos para el Metalist de Járkov o el Lech de Poznań.
Si tiramos de historia, además, vemos que la cosa viene de largo. En 2006 la Nazionale ganó el mundial, y en 2007 Maldini levantó su quinta Copa de Europa. Desde entonces, todos los éxitos del calcio en la Champions se reducen a los cuartos de final de la Roma en 2008 (porque no sé hasta qué punto calificar de "italiano" al Inter vigente campeón... en el que jugaban cuatro argentinos, tres brasileños, un rumano, un holandés, un montenegrino, un camerunés, y un entrenador portugués). En la antigua Copa de la UEFA, tres cuartos de lo mismo: no llega ningún italiano a la final desde que el Parma de Buffon, Verón y Cannavaro goleara al Olympique de Marsella en el Luzhniki... allá por 1999.
Los números son aún más tristes: el Ranking UEFA dice que ningún equipo del bel paese está ahora mismo entre los siete mejores del continente. Octavo y décimo son los dos milaneses, pero para encontrar otro (la Roma) hay que bajar al puesto 16, y para el siguiente (¡la Fiorentina!), al 27. En la clasificación general por países, Italia ha cedido a Alemania el tercer puesto que ostentaba, y si la tendencia sigue así, también podría adelantarla Francia... o hasta Portugal. Las consecuencias son enormes: a partir de la temporada 2012/13, Italia ya no tendrá cuatro representantes en Champions, sino sólo tres.
¿A qué se debe esta decadencia? Es tentador achacar la responsabilidad al problema de siempre: la falta de dinero. No se ha vivido en Italia, como sí ha ocurrido en Inglaterra, el desembarco de multimillonarios del mundo dispuestos a jugar al PC Fútbol con equipos de verdad (en Roma están en ello, pero hasta la fecha sigue sin haber nada cerrado y definitivo). Tampoco hay tanta permisividad fiscal con quien se endeuda como tenemos en España (hacienda somos todos, pero unos son más todos que otros), ni un favoritismo tan descarado para con los grandes como tenemos aquí. En Italia en materia de leyes serán unos tal y unos cual, pero si tienen que cargarse a toda una Juventus, se la cargan.
Pero no. En Italia se maneja pasta, y no sólo de la que se come. La consultora Deloitte elabora anualmente un listado de los clubes de fútbol más ricos del mundo, y hay tres italianos en el top 10. A cambio, en la lista sólo aparece un alemán, que además es el de siempre: el Bayern de Múnich. Parece más bien que el problema es de gestión: se gasta mucho, pero no se gasta bien. En eso Moratti tiene un máster, aunque últimamente parecía haber escarmentado. A los Agnelli tampoco se les da nada mal el derroche, y al Cavaliere no digamos.
No menos importante es la cuestión del estilo de juego. No entro a valorar (no es el momento) si el tradicional catenaccio es más o menos eficaz o más o menos bonito, o si determinado equipo juega mejor o peor. La cosa es mucho más concreta: los directivos italianos se han contagiado de la banquillitis giliana. Ancelotti duró ocho años: el Milan ganó dos Orejonas y llegó a una final más. Últimamente salimos a entrenador por año, y a veces, con cambios a mitad de temporada. Así es imposible que los futbolistas aprendan unas pautas de juego, que tengan interiorizado un sistema, que sepan qué hacer en todo momento. Así, en definitiva, es imposible conseguir éxitos.
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