sábado, 23 de abril de 2011

Horarios de los partidos: ¿nos hemos vuelto locos?

Hoy es sábado 23 de abril. Estamos en plena Semana Santa, que lo mismo se celebra en España que en Italia. Es la una menos cuarto, una hora bastante razonable para levantarse un día no laborable. Se me ha ocurrido conectarme, meterme en la web de La Gazzetta... y ver que la Roma y el Chievo llevan un cuarto de hora jugando su partido de liga, que espero que ganen los locales (por ahora van 1-0, marcó Perrotta a pase de Totti) nada más que por la horrible indumentaria que llevan los veroneses.


Naturalmente, a estas horas el Olímpico está vacío, incluso más vacío que de costumbre. Durante la retransmisión apenas se oyen aficionados, si acaso algún grito suelto cuando hay ocasión de gol, o algún cántico esporádico de los tres o cuatro ultras del North Side que se hayan querido meter el viaje. Por ahora no hay datos de asistencia, pero dudo que lleguemos a los 20.000, en un estadio en el que cabe más del triple.

Vale que esta jornada tiene horarios un poco atípicos, ya que no se juega ningún partido en domingo. Todos los encuentros son hoy a las tres de la tarde, menos el Brescia - Milan a las siete y el Juventus - Catania a las nueve. El horario de las 15 horas es el que, tristemente, se ha impuesto como habitual en los últimos años.

Consecuencia: el porcentaje de asistencia a los estadios es bajísimo, ronda el 50%, en niveles similares a los de la segunda división alemana, la ¡tercera! inglesa, y los de grandes potencias como las ligas suiza o danesa. Italia está en este terreno por detrás de países como Bélgica, Holanda o Escocia. No digamos ya otras ligas grandes como la española, la inglesa, la alemana o hasta la francesa...

Las causas de este fenómeno son dignas de estudiar por la sociología, pero a mí a bote pronto, obviando la baja calidad de los partidos (fenómeno común últimamente en todos los campeonatos de élite, digan lo que digan), se me ocurren unas cuantas:

  • Los horarios. Le vendrán muy bien a las televisiones chinas, porque probablemente las tres de la tarde coincidan con el prime time de allí, pero es bastante cruel hacer a un hincha napolitano, o calabrés, estar dos horas bajo el sol justo después de haber comido.

  • Los precios. No se les ha ido tanto la cabeza como en España en ese terreno, pero pagar 15 € por la entrada más barata para ver un Udinese - Parma me parece excesivo, y más en tiempos de crisis.

  • La falta de partidos en abierto en la televisión, que en Italia desaparecieron hace ya muchos años. Tal como quieren hacer aquí, esa medida puede ser razonablemente buena a corto plazo para la tesorería de los equipos, pero a la larga imposibilita a mucha gente ver fútbol en directo, sobre todo a los niños, e impide que se creen nuevos aficionados que después podrían ir al campo.
  • La dificultad para viajar. A raíz de los episodios violentos que protagonizaron varias hinchadas (en ocasiones con muertos y todo), se han endurecido mucho las condiciones que tienen que cumplir los hinchas radicales para que les permitan desplazarse a ver a su equipo fuera de casa. A veces directamente lo tienen prohibido.

  • El excesivo tamaño de algunos estadios. Tal como sugiere Riccardo Iori aquí, muchos campos son "colosos en el desierto" construidos en 1990 para el mundial de aquel año, y ahora prácticamente imposibles de llenar. Muy raramente (derbys y poco más) se consigue juntar 72.000 personas para abarrotar el Olímpico de Roma, o los 80.000 que caben en el milanés San Siro, o los 60.000 del San Paolo de Nápoles, o mucho menos los 58.000 del San Nicola de Bari (ciudad de poco más de 300.000 habitantes cuyo equipo raramente llega a Serie A, y cuando llega consigue resultados como esta temporada). Si hasta a toda una Juventus le cuesta mucho, y normalmente no lo consigue, completar el aforo de los 28.000 del Olímpico de Turín... y menos mal que ya no están en Delle Alpi y sus 70.000 puestos).

  • La cada vez menor identificación de los seguidores con sus clubes debida a la falta de jugadores "de la casa", que sientan los colores. En un fenómeno común en todas las grandes ligas, cada vez hay menos chavales de la cantera que llegan a los primeros equipos. Ni siquiera a los modestos: por poner un ejemplo cualquiera, en la plantilla del Catania sólo hay un jugador siciliano, un tal Fabio Sciacca, que lleva jugados menos de 300 minutos en toda la temporada. Más sangrante es el caso del Inter, que el año pasado ganó la liga, la copa y la Champions no ya sin milaneses, sino sin un solo italiano en el equipo titular.
¿Y la solución a todo esto? Buena pregunta, oigan. Se requeriría un cambio global de mentalidad en los dirigentes del calcio para modificar muchísimas cosas que hay que modificar. Pero ya saben, pequeños ilusos que aún piensan en los valores del deporte, que esto ya no es más que un negocio, así que mientras dé rendimiento a corto plazo, me temo que poco hay que hacer. Y más ahora que tiene pinta de ir a imponerse la tendencia inglesa de los grandes magnates internacionales comprando equipos. Ya podríamos hacer caso a Valdano y fijarnos alguna vez en los alemanes, que son los que al final siempre ganan...

PD. Artículo terminado de escribir a las dos de la tarde (me tomo las cosas con calma). El marcador sigue 1-0, aunque Vučinić ha mandado algún que otro balón al palo. Seguimos sin datos de asistencia.

1 comentario:

bagos.ben dijo...

No loco
  sólo..Los esfuerzos en la dirección equivocada.http://www.fandelfutbol.com