martes, 10 de mayo de 2011

Estadios: Luigi Ferraris de Génova

Uno de los partidos más importantes e intensos de este fin de semana ha sido el que ha enfrentado a los vecinos de la capital de Liguria. El desenlace ha sido muy cruel: el gol de la victoria del Genoa llegó en el descuento, cuando ya habían pasado siete del 90' reglamentario. Los rojiazules no se jugaban nada, porque están salvados desde hace tiempo y llegar a Europa se ha puesto imposible, pero oigan, un derby es un derby, y más si hay una Lanterna de fondo. Mauro Boselli no perdonó y mandó la pelota fuera del alcance de Da Silva en el último momento. Alegría genoana y pánico para la Sampdoria, que al golpe moral de haber perdido contra el rival más odiado se le une su situación en la tabla: quedan dos partidos y hay que remontarle dos puntos al Lecce para no bajar.

Así que o cambia mucho la cosa, o el año que viene el Comunale Luigi Ferraris no tendrá la oportunidad de vivir el enfrentamiento entre los dos equipos más poderosos de la orgullosa ciudad marinera de Génova. Será una pena, porque, más allá de la rivalidad y el colorido de las tifoserie, el campo de Marassi, con el que hoy comienza la sección de Estadios, es sin duda el más bonito de Italia, y posiblemente, con permiso de los ingleses, uno de los mejores de Europa para ver fútbol del bueno.

Buena parte de su encanto se la debe a su antigüedad. Sus orígenes se remontan a 1909, cuando el marqués de Musso Piantelli, socio del entonces muy elitista Genoa Cricket and Football Club, decidió que el terreno de su propiedad en el que hasta entonces había un pequeño hipódromo (el Genoa tenía sección de equitación) era muy buen sitio para construir el terreno de juego del departamento de foot-ball, la actividad deportiva más popular de cuantas desarrollaba la entidad.

De hecho, la gente ya estaba acostumbrada a desplazarse al hoy céntrico pero entonces bastante apartado barrio de Marassi, porque el mismo marqués había cedido también otro terreno cercano, la "Cajenna", al Andrea Doria (uno de los equipos que medio siglo más tarde se unirían para formar la actual Sampdoria) para que disputara sus partidos. Ambos campos de juego estuvieron durante década y media separados simplemente por una verja.

El nuevo estadio nació con vocación de ser la gran casa de un equipo grande. El Genoa de entonces era uno de los principales dominadores del campeonato italiano, que todavía no era de liga: cuando empezaron las obras ya tenían seis scudetti, y en los siguientes años los grifoni ganarían el título tres veces más. Se construyó con una capacidad de 20.000 espectadores, enorme para la época. El molesto problema del vecino doriano se resolvió en 1926, cuando la Cajenna fue declarada inutilizable para partidos de un cierto nivel: el Genoa pagó 20.000 liras de la época y los derechos del portero Bacigalupo para hacerse con el terreno, sobre el que pudo edificar la grada norte... en la que hoy día, ironías de la vida, suelen situarse los ultras genoanos, justo encima del terreno que perteneció a los herederos de su máximo rival.

El campo pasó a llamarse Luigi Ferraris en 1933, coincidiendo con el 40º aniversario del Genoa, en memoria del antiguo capitán del club que murió en una batalla en plena Primera Guerra Mundial. Desde entonces, está enterrada junto a la portería del fondo norte la medalla de plata al Valor Militar que le concedieron al malogrado Luigi. Se ve que su heroica influencia se transmite a quienes juegan allí, ya que ni un año después, durante el Mundial de 1934 que se jugó en tierras trasalpinas, se vivió un hecho histórico: el Ferraris acogió el encuentro que Brasil perdió por 3 a 1... contra la República Española.


En adelante, la vida del estadio continuó con relativa tranquilidad. El cambio más significativo fue el de propietario: durante la Segunda Guerra Mundial el Genoa se vio obligado a cederlo al Ayuntamiento de la ciudad (de ahí el "comunale" del nombre), lo que posibilitó a la recién nacida Sampdoria utilizar la sede histórica de sus máximos rivales. No obstante, los dorianos siempre se han sentido un poco "en casa ajena", y hay proyectos de construir un estadio nuevo en la ciudad. La cosa va para largo, si es que al final se hace.

Mientras tanto, en Génova todavía podemos disfrutar del estadio más genuinamente futbolero de Italia. Fíjense qué maravilla: tiene toda la solera y el aura de tradición que hemos visto; está situado en un barrio muy poblado de la ciudad, con lo que eso facilita el transporte de los tifosi que pueden permitirse el lujo de ir a pie o en bus; su capacidad actual es de poco más de 35.000 espectadores, ni tan pequeño como para resultar frío ni tan grande como para perder visibilidad en los asientos más alejados; toda la grada está cubierta salvo las 15 filas más cercanas al campo, donde se suele colocar gente a la que poco le importa mojarse si hay tormenta; y además, su diseño es precioso para ser un estadio. Rectangular, de ladrillo (nada de esas moles modernas de hormigón y fríos sucedáneos de cristales), y sin pistas de atletismo ni demás estorbos: el público está tan cerca que Cassano, en uno de sus arranques de glotonería, casi podía pedirle a un espectador que le diera un trozo de focaccia sin necesidad de sacar los pies del terreno de juego. Una auténtica gozada para el espectador que no sabe si está en el norte de Italia o en un barrio de Londres.


Por suerte, la geografía tan accidentada de Génova (si alguna vez visitan la ciudad, lleven buen calzado) impidió que se planteara una reforma de gran calado con motivo del Mundial de 1990. Los arreglos que se fueron haciendo, de forma gradual para que el estadio siguiera en funcionamiento, no afectaron ni a su estructura e incluso mejoraron su estética al ponerle la cubierta; la única pérdida fue otra medalla que estaba enterrada en el campo, la de oro que el Guerin Sportivo había regalado al mítico portero genoano Giovanni de Prà, desaparecida durante los trabajos de sustitución del césped. No se perpetraron aquí los crímenes de otras ciudades, de los que hay muchos ejemplos que ya irán saliendo...

1 comentario:

Alberto dijo...

Parece que en Italia es costumbre hacer un estadio de fútbol al lado de un hipódromo!!