Anoche, justo antes de acostarnos, la Justicia italiana quiso darnos las buenas noches a su manera: anunciando que el Pomezia pierde todos sus puntos y pasa directamente al último puesto del grupo C de la Lega Pro Seconda Divisione, la antigua Serie C2, es decir, el cuarto nivel del fútbol en aquel país. El año que viene, el equipo del suburbio romano dará con sus huesos en la división inmediatamente inferior: la Serie D.
Eso, claro, si sobrevive, porque no es la primera sanción que sufren los rojiazules en lo que va de temporada. Su posición en la tabla, que no era nada mala, ya se había visto comprometida hace un mes, cuando por otra penalización les quitaron 15 puntos. Este golpe, sin embargo, es definitivo porque les deja el casillero a cero. El gran beneficiario es el Catanzaro, que iba colista con mucha diferencia y ahora, sin comerlo ni beberlo, ve asegurada su permanencia en la categoría.
¿El motivo del castigo? Puramente económico. Al parecer, los avales que presentó el club para poder inscribirse en la liga incurrían en "irregularidad contable". Es la forma refinada y elegante que tienen los juristas de decir que la directiva había engañado a propios y extraños, prometiendo inversiones millonarias cuando en la tesorería no había más que telarañas.
El caso del Pomezia, si bien triste para los aficionados del sur de la capital, no dejaría de ser una anécdota en un equipo oscuro de escasa entidad. Lo malo es que en los últimos años la anécdota se ha convertido más bien en regla.
Ahora mismo, de cuarta categoría para arriba, no hay una sola división en la que no haya algún equipo penalizado, y muy pocas veces es por algo ocurrido en los terrenos de juego. Cierto es que en ocasiones la sanción se debe a deficiencias en las infraestructuras, pero en la mayoría de los casos la razón es achacable sólo a trampas en las cuentas. No se libran ni las más altas esferas: el mismísimo Bolonia tiene tres puntos menos de los que se ganó en el campo por no pagar impuestos. También por líos con Hacienda, el Ascoli está en Serie B con siete puntos menos, sufriendo por no descender, en lugar de luchar por el ascenso, como le correspondería por resultados.
Como es habitual, las catástrofes financieras se suelen cebar con los equipos más débiles. Para que se hagan una idea de la masacre, el año pasado hasta 17 equipos de los 54 que componían la Seconda, casi un tercio del total, desaparecieron por no poder hacer frente a las deudas. Y en Prima Divisione, otros siete, incluido un pez gordo como el Perugia. Aquí nadie está exento de riesgo, ni siquiera los más grandes: que se lo digan a la Fiorentina de hace ya casi una década.
¿A qué se debe tal sangría? ¿Dónde está el dinero que antes abundaba en el calcio y que ahora impide a los equipos evitar las penalizaciones? La respuesta rápida y fácil es la crisis, que también ha pegado y está pegando bastante fuerte por aquellas tierras. Pero no nos vale: nosotros mismos, y nuestros vecinos portugueses que están hasta pseudorrescatados por la Unión Europea, somos la prueba. Italia está igual, si no mejor, que nosotros, y en nuestra península, aunque a veces pasa, es rarísimo ver equipos que pierden puntos por causas extradeportivas.
Por el mismo motivo, tampoco podemos responsabilizar a las sociedades anónimas. Además, en Italia las società per azioni en el mundo del fútbol son obligatorias desde 1966 y no se han producido las injustísimas excepciones que sufrimos en España. Y hasta hace poco, el modelo más o menos funcionaba, con sus altos y sus bajos. Entonces ¿qué está pasando?
A mi juicio, la causa va en la línea que ya he apuntado en otras ocasiones: en Italia tendrán la fama de chapuceros e improvisadores que corresponde según el tópico al carácter latino, pero si hay que ponerse rigurosos, se ponen. ¿Que las finanzas son caóticas, los directivos se pasan las leyes por el Arco del Triunfo (ése que está junto al Coliseo) y para arreglarlo hay que meter mano dura? Se mete. Si hay que cargarse a veintitantos equipos cada temporada, se los cargan: que se fastidien. Si uno de esos veintitantos es la Juventus, se la cargan también, que las normas son para todos.
Pero claro, estamos hablando de Italia y España, dos países con mentalidades muy parecidas para algunas cosas pero radicalmente distintas para otras. Recuerden las manifestaciones que se montaron en Sevilla y Vigo, allá por 1995, cuando intentaron bajar a Segunda B a los equipos de esas ciudades por no pagar a tiempo los correspondientes avales. Los italianos, sin embargo, prefieren gastar sus energías en cosas más importantes. Siempre habrá el típico descerebrado que lleve la contraria cóctel molotov en mano, pero la mayoría no olvida que esto de la pelotita podrá ser el más apasionante del mundo, pero no pasa de ser un juego.
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